martes, 4 de junio de 2013

Marcelo Pacheco Barrera y el estudio de la Guitarra en Cuenca

Aún recuerdo en nuestra más temprana infancia a nuestro padre intentando sacarle algunos acordes y sonidos sueltos a su vieja guitarra hecha por don Vicente Bacuilima (padre), intrumento que lo tenía colgado en una pared de la antigua casona de bahareque en la que habitábamos. Ocasiones no faltaban en las que recibíamos visita de algún amigo suyo que lo animaba a cantar, y nosotros, con atención observábamos y escuchábamos los resultados, y, sin embargo se veía inalcanzable recrear las modestas armonías por él trazadas, producto de un aprendizaje basado en la experiencia de algún conocido que también tocaba, pero en fín, lo más cercano a un profesor. Nuestro papá cantaba bonito. En ocasiones yo trataba de encaramarme en algo para de alguna forma intentar sacarle sonidos al viejo instrumento, pero aún ésto se veía inalcanzable. Papá un día llevó a mi hermano, el menor, Marcelo a un "paseo" que cambió definitivamente nuestro concepto de la música. Lo había matriculado en el Conservatorio y, para ese entonces el maestro Panchito Torres Oramas ya se había jubilado habiendo quedado la especialidad bajo la dirección de Bolívar Sarmiento, para entonces un jóven músico ya muy reconocido pero que tenía el don de mirar más allá y formar el talento musical de quienes quisieran encaminarse por las sendas de "Nuestra Señora la Guitarra". Marcelo estaba en sus seis años, tal vez caminando a los siete, pero poco a poco en casa se comenzaban a escuchar cosas como "Liberty", un tema que tal vez era compuesto por su maestro, pues no lo he vuelto a escuchar en ninguna versión ni hallado su partitura. Luego ya se escuchaban las notas de obras de J.S. Bach, Mendelson y otros. Algo para mí desconcertante porque era como escuchar dos guitarras al mismo tiempo, y sin embargo procedía de un solo instrumento. A los siete años cumplidos Marcelo es invitado a tocar en los famosos certámenes del plantel en donde ejecuta el Preludio en re menor de J.S. Bach, y sus dedos se movían a una velocidad sorprendente acompañada de musicalidad poco común sobre todo para un niño. Recuerdo que en premio de aquello Bolívar Sarmiento le obsequió un disco del maestro chileno Hernán Morales, que no hizo más que motivar para mayor estudio -y de paso animarme a mí también para también estudiar guitarra-. En poco tiempo se escuchan las notas de la música de Torroba (los tres movimientos de la Sonatina); el concierto en re menor de Castelnuovo Tedesco, Sonata en mi menor de Scarlatti, cuando ya contaba con ocho y nueve años de edad. Cuando tocó "La Catedral" completa, de Agustín Barrios, sobrecogió a muchos de quienes eran en aquel entonces jóvenes talentos de aquel tiempo. Es la época de la invitación gentil que nos hiciera nuestro profesor de guitarra Don Joel Alvarado, a tocar en Radio Popular, en donde Marcelo ejecutó siendo aún niño otras obras como "Jenny" de Terry Pazmiño, "Desde el Alma" de Homero Mancy, "Ternura" del concidísimo Natalico de Lima (Mussapere)y muchísimas obras del repertorio ecuatoriano, ganándose la admiración y aprecio de mucha gente pues no era un niño tocando en una sola cuerda sino utilizando a la guitarra como se debe y al nivel de un guitarrista formado. Ver una cosa así me motivó a seguir el mismo camino, en aquel entonces sin esos fantasticos medios como son Internet y las redes sociales para mostrar algo que en Cuenca en algún momento se dió. Hoy quedan esos recuerdos de haber podido concer de cerca algo que para mí es extraordinario y que hasta la fecha aún no se ha vuelto a repetir, pues ahora la televisión y la música chatarra -especialmente la que cité en un trabajo mío- ahogan el talento de los niños, jóvenes y adolescentes. "Marcelo tiene los dedos tan agiles como la seda" decía nuestro antiguo profesor C. García cuando escuchó a Marcelo tocando el segundo movimiento del concierto de Castelnuovo Tedesco o el Tema y Variaciones sobre la Flauta Mágica de Mozart, compuesta por Fernando Sor, a los nueve años de edad. Hoy lo veo ejecutando obras de Brouwer, Domeniconi, Dyens y/o componiendo su música, y veo aún al muchacho inquieto por descubrir más de los secretos del Polifemo de Oro, de los conciertos y caminos mágicos mágicos de la armonía o el contrapunto. Aún en la actualidad, realizando el camino de la profesión en el ámbito jurídico ha sorpendido a muchos con sus ejecuciones. Muchos de sus alumnos hoy se encuentran ejerciendo su profesión de cotizados guitarristas en importantes centros musicales o desarrollando su carrera de solistas y otro grupo que, por cosas de la vida no han podido continuar en ésta actividad pues han coronado también con éxito otras profesiones o seguido otros senderos, han visto en él no únicamente a un maestro, sino también a un amigo, muy analítico y severo en sus criterios musicales pero del que tienen los mejores recuerdos. Muchos comentarios positivos han generado las presentaciones de sus estudiantes ejecutando Música de Cámara o siendo parte de la Orquesta de Guitarras a tal punto que, desde el departamento de Supervisión de la Dirección de Educación del Azuay han llegado hasta su lugar de trabajo el Conservatorio José María Rodríguez, oficios de felicitación al área de Guitarra, dirigida por él, reconcocimientos que no ha llegado a muchos y, mucho más, por escrito. Ese es parte del recorrido de Marcelo por el mundo de los seis rayos de plata, el mundo de la guitarra.

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